sábado, 14 de agosto de 2010

Tranguay, de Claudio Grillo

La década del ’30, las tragedias cotidianas, y un mundo que se disuelve en el vacío.

Azucena Ester Joffe, María de los Ángeles Sanz


Se podría afirmar que la pieza de Grillo es un drama de mujeres, cuyo testigo, victimario y víctima son los hombres que se relacionan con su género, desde la conciencia del mismo. Ni sumisas ni entregadas al mandato social, estas mujeres quieren y se alejan del “deber ser” porque la realidad de la vida de todos los días las obligan a tomar decisiones sobre su presente y su futuro; hombres que hundidos en roles fijos las ven moverse cambiantes y combativas, y no quieren o no pueden seguirlas en la espiral de tiempo que recorren con entusiasmo. Las obreras, las secretarias, mujeres entregadas al trabajo, es decir, al afuera, fuera de los límites cuasi –protectores de la familia y el matrimonio, insatisfechas, siempre dos pasos más delante de las demás. El trágico accidente que ocurrió en el Riachuelo, es el punto disparador que el autor propone para narrar desde el pastiche de situaciones, y personajes, la realidad de un contexto, friso de vida, que pone en evidencia las contradicciones de una época y que nos sitúa en el lugar de la intersección entre al antes y el ahora. El lugar de la mujer, la explotación de menores, la situación de dos actores sociales que se asemejan en su indefensión ante la explotación del capitalismo burgués, son tópicos que se suceden desde la actuación y el discurso, que llenan de patetismo el ámbito de la escena. Una casa humilde, un padre y una hija dispuestos a cenar, un plato de sopa como única posibilidad de paliar el hambre, es la escena que abre y cierra la puesta de Grillo, donde la necesidad tanto física como moral es una presencia continua. A la manera de las “aguafuertes porteñas” de Arlt, y la sordidez de los personajes de sus novelas, el texto dramático despliega como fogonazos de crónica, la crispación del que no tiene nada que perder frente aquél que desde la frivolidad, que la puesta señala con una risa provocadora, usa y abusa de su necesidad. Las actuaciones trabajan algunas desde la interioridad, marcando en sus silencios la semántica de la intriga, y otras desde la teatralización desbordada que implica una declamación donde el alegato sustituye a la acción. Así son los personajes, que llevan adelante Lorena Ascheri (hija) y Sebastián Blas Molina (padre, tío), Belén Vidal Castro, en contraposición a los que llevan adelante Natalia Braña, María Ema Mirés, Daniela Calvo y Cecilia Cartasegna. El vestuario, la escenografía y la música se integran perfectamente a la labor de todos los significantes escénicos. Porque la puesta en escena tiene en cuenta la epoca de la ficción representada y subraya los dramas de género en dicho período. Al historizar y crear la atmósfera necesaria –entre luces y sombras- el juego ficcional queda sumergido en un espacio-tiempo retrospectivo. La década del ’30 con su connotación de decadencia y corrupción es un escenario de visibilidad inquietante para acercarnos a las contradicciones entre la fuerza del poder económico y la voluntad de ser, a pesar de todo. Es por eso, que la teatralidad actual busca en aquellos que describieron un paisaje inquietante y fundador en muchos aspectos de nuestro hoy, una lectura fragmentada pero por lo mismo esclarecedora, de las problemáticas del ayer y de las de hoy.

Ficha técnica: Tranguay de Claudio Grillo. Elenco: Lorena Ascheri, Natalia Braña, Daniela Calvo, Cecilia Cartasegna, María Ema Mirés, Sebastián Blas Molina, Belén Vidal Castro. Diseño de luces: Matías Miranda. Vestuario: Florencia González. Teatro: El Artefacto.

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