sábado, 14 de agosto de 2010

Telarañas (2009) de Eduardo Pavlovsky

La familia o la máscara de la crueldad

Azucena Ester Joffe y María de los Ángeles Sanz

1La primera vez que la pieza de Eduardo Pavlovsky se vio encarnada en el escenario del teatro Payró, bajo la dirección de Alberto Ure(1),produjo en plena dictadura militar una censura directa y el exilio de su autor a España por más de tres años. Luego tuvo una segunda versión ya en democracia de la mano de Ricardo Bartís(2), (en 1985) que produjo una potente versión del texto de Pavlovsky, dirigiendo al dramaturgo – actor y resignificando aquello que había quedado trunco por el golpe de estado, es decir, el análisis que el autor llevaba a cabo sobre el fascismo de afuera y de adentro y la complicidad dentro del seno familiar, indispensable para el sostenimiento de la violencia del contexto social. Sociedades fascistas compuestas por células de familias fascistas.
La puesta que lleva adelante Bárbara Merlo en el espacio Gargantúa, realiza un desplazamiento en el punto de vista de la pieza, haciendo una lectura que quita el contexto de la década del ’70(3)y pone el énfasis en la violencia que se desata en la familia; cuyo centro es el control que ejerce esa perversa figura femenina, de factura excelente por Brenda Ullmann, que como una fina y mortal araña va tejiendo desde el doble discurso de la moral religiosa una trampa para su propio hijo. Inteligente y eficaz elección, porque el espectador de 2009 está más sensibilizado a la crueldad que se ejerce dentro del seno familiar, sobre los niños y sobre los débiles en general, y no encuentra fácilmente la relación entre aquella violencia y la que se ejerce en esta sociedad de valores desvirtuados y trasgredidos. La introducción del texto de Julio Cortázar, marca el recorrido que va a llevar adelante la semántica de la obra, acentuada por los dos personajes que conforman la tela hacia el final. La incorporación de los temas musicales, y la acentuación del humor, le ofrecen una  interesante dinámica al desarrollo de la intriga. La adaptación hace un recorte del texto de Pavlovsky quitando de la pieza las escenas que hacen explícitamente referencia a la ideología, como el momento de la Obertura, escena fascista, que inicia el texto original. Si bien esta lectura como dijimos antes, acerca la puesta al imaginario actual del espectador, más aún que las referencias temporales, como el barbijo y el alcohol en gel, restan fuerza a los personajes de Beto y Pepe, que en el texto del setenta y siete dialogaban con los personajes de otra de las obras más representadas y paradigmáticas de Pavlovsky, El Señor Galíndez (1973), donde su función era ser el brazo y la herramienta necesaria para la violencia ejercida desde el anonimato de una voz en el teléfono y de un nombre que podía corresponder a cualquier engranaje del poder. En la puesta de Merlo ese diálogo queda trunco, y pareciera que su presencia detiene la acción que se venía desarrollando ya que no queda clara la complicidad entre la violencia de esos dos personajes que surgen del contexto y la que ejerce el padre, (Adrián Guindín) sobre Ezequiel (Felipe Villanueva). Por otra parte, una incorporación interesante son las dos “criaturas” (Patricia Arbués y Pablo Gennaro) donde el límite entre lo humano y lo animal se pierde. Son cuerpos que se arrastran, que se rozan, que se aparean, con movimientos suaves pero precisos van tejiendo la telaraña que asfixia a El Pibe. La pareja deshumanizada se manifiesta como depredadora de su propio hijo, mientras tanto estas siluetas negras se desplazan en las penumbras y crean la atmósfera claustrofóbica y siniestra que la puesta en escena requiere. Nuestro saber como espectadores está ligado a estas sombras extrañas, que ponen en escena una corporalidad diferente y anticipan el macabro final. Si bien la acción decae por momentos ya que el nivel de actuación no es unívoco, la pieza presenta una interesante propuesta de relectura de una textualidad que extraída del contexto de su enunciación primera, permite un diálogo productivo con el espectador actual.

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Ficha Técnica: Telarañas de Eduardo Pavlovsky. Dirección, adaptación y puesta en escena: Bárbara Merlo. Elenco: Brenda Ullmann, Adrián Guindín, Felipe Villanueva, Ernesto Rowe, Martín Errea, Patricia Arbués, Pablo Gennaro. Escenografía: Ana Sarudiansky, Minatro. Vestuario: Mariana Minafro. Música: Nacho Marciano, Leo Caruso. 

Bibliografía:
Dosio, Celia, 1993. El Payró. Cincuenta años de teatro independiente. Buenos Aires:
Editorial Emecé.
Pavlovsky, Eduardo, 1994. La ética del cuerpo. Conversaciones con Jorge Dubatti. Buenos Aires: Los libros de Babilonia/ serie diálogos.

1 Eduardo Pavlovsky recuerda que su obra Telarañas “la estrenó Alberto Ure. Fue una puesta terriblemente fuerte durante la dictadura. Al segundo día la clausuraron, no al teatro, prohibieron la obra. La puesta era brutalmente fuerte. Me acuerdo que Freixá que era el secretario de Cultura me dijo: ‘Mire, yo esto lo veo en Tokio, Japón, en cualquier parte y digo qué espectáculo, pero acá, no.’ (…) me dijo: ‘Sáquela usted’, y yo le dije: ‘No, sáquela usted, como voy a sacar una obra mía’ y le obligué a hacer un decreto que firmó Cacchiatore.” (Celia Dosio, 2003, 82)
2 En 1985, Bartís dirigió Telarañas, en aquella versión el papel del padre lo realizó Luis Campos ya que Pavlovsky preparó un monólogo que luego derivó en otra de las obras más representativas de su teatro Potestad: “En ese momento Bartís estaba muy entusiasmado con el estreno de su versión de Telarañas. Susana Torres me dice: “Bartis va a estrenar Telarañas (en un momento en que Bartís no tenía la convocatoria que tiene ahora), ¿por qué no escribís un monólogo para acompañar la puesta de Bartís?”  (Pavlovsky, 1994, 103)
3 En este momento también están en cartelera otras dos piezas de Eduardo Pavlovsky La mueca y Cerca donde la dirección y adaptación de los mismos sigue la línea de Telarañas.
 

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