Un arte milenario, de cabeza.
por Ana Laura Friedlmeier y María de los Ángeles Sanz
Un espacio lleno de valijas, en el escenario, un espacio lleno de expectativas en las mesas, un público que espera develar la incógnita de un trabajo diferente. Los títeres de Verónica González se mueven desde la sensibilidad de su cuerpo, porque son sus pies los que elaboran la magia y nos cuentan no una sino todas las historias que caben en sus maletas. La actriz hila con pocas palabras y su simpatía, la elipsis que va de un relato a otro. Luego los personajes se suceden y nos hacen reír o nos emocionan. Telas, narices, los objetos más insólitos aparecen y desaparecen para construir junto a la excelente combinación con la música un mundo donde además es posible la reflexión sobre el comportamiento hacia los animales, o el sin sentido de la guerra. El hecho de que los títeres se vayan armando a la vista del público al ritmo de una selección de canciones conocidas constituye un elemento que aporta no solo suspenso sino también un mayor atractivo al espectáculo: los chicos se ven atrapados por el despliegue de los coloridos vestuarios; mientras que la música despierta distintas emociones en los grandes.
¿De dónde proviene la palabra títere? Es una palabra de uso corriente en España; como afirma Sebastián de Covarrubias, en el Tesoro de la Lengua Castellana:"Ciertas figurillas que suelen traer extranjeros en unos retablos que, mostrando tan solamente el cuerpo de ellos, los gobiernan como si ellos mesmos se moviesen y los maestros que están dentro, detrás de un repostero y de un castillo que tienen de madera, están silbando con unos pitos que parece hablar las mismas figuras, y porque el pito suena ti-ti, se llamaron títeres, y puede ser griego, del verbo tytise, que indica el gorjear de las aves.” (1) Los distintos investigadores afirman que los primeros títeres surgieron en la India, y de allí se expandieron por todo el mundo.
Verónica González aprendió su interesante forma de arte titiritero en Italia, a donde se trasladó desde nuestro país en el 2000, de la mano de Laura Kibel, que ya trabajaba con la técnica del teatro de los pies. En su presentación en la Argentina, en el teatro Gargantúa, su silueta apropiadamente vestida de negro, construye como un demiurgo (2) con el dominio de su cuerpo y la multiplicidad de funciones de objetos diversos, universos otros, donde reinan la sorpresa, la alegría, la conciencia, el amor. Teatro sin palabra, o donde la palabra es reemplazada por el gesto, el movimiento, y la percepción de un público de niños y adultos que resignifican y dan sentido al relato. Teatro de ostensión simbolizadora ya que extrae de su cuerpo y de los objetos propiedades que sugieren otra existencia, lo que se muestra insinúa “la cara velada de otra cosa”. (Curci, 2002, 89) El espectáculo atrapa la atención desde el suspense, cada valija es una sorpresa, que se devela a medida que actriz y objeto se imbrican y suman a lo visual, el mundo mágico de la creación.
(1) Hay otra manera de títeres, que con ciertas ruedas como de reloj, tirándoles las cuerdas van haciendo sobre una mesa ciertos movimientos que parecen personas animadas, y el maestro los trae tan ajustados que en llegando al borde de la mesa dan la vuelta, caminando hasta el lugar de donde salieron. Algunos van tañendo un laúd, moviendo la cabeza y meneando las niñas de los ojos, y todo esto lo hace con la ruedas y la cuerdas". Y termina diciendo "que fue una invención de Joanelo, gran matemático y segundo de Arquímedes; sin embargo hubo en los pasados siglos esa invención, como lo atestigua Horacio en el libro II.
(2) Como afirma Rafael Curci en De los objetos y otras manipulaciones titiriteras (2002): “Eventualmente el titiritero se asume como demiurgo, (creador) de universos dramáticos donde la obra en sí misma (el texto) y especialmente los objetos, pasan a ser materia maleable para sus propósitos escénicos. El trabajo de demiurgo consiste en indagar la materia, transformarla, y crear mundos posibles en el plano de la ficción donde sus criaturas cobran vida de acuerdo a las pautas y las leyes para las que fueron concebidas. Su obra suele ser la resultante de una búsqueda en la palabra (texto) y en la manipulación de objetos despojados de su esencia, alterando su modo utilitario y su función original.” (124/125)
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