sábado, 14 de agosto de 2010

Oruga (Bullying) 2009 de Alejo Beccar

Un largo camino comienza con un primer paso

 
Para La Vorágine por Ana Laura Friedlmeier y María de los Ángeles Sanz

Entre el teatro para niños y el teatro para adultos, había una franja donde la ausencia de obras que interesaran a un público adolescente hacía que éste no participara como espectador teatral. En estos últimos tiempos actores del campo teatral interesados en la temática, como Atina y su proyecto Patios del recreo(1), comienzan a transitar un camino que hasta ahora estaba marcado por el no relato. Del mismo modo la propuesta de Alejo Beccar en Oruga, nos introduce en el despiadado mundo de la violencia juvenil en una escuela de clase media; donde la Institución  se prioriza a sí misma, incapaz de escuchar la problemática de sus alumnos. Varios son los interrogantes que la puesta deja abiertos: la relación padre / hijos; no sólo en la relación de Andrea, la Oruga, con sus padres sino de éstos con la abuela; la relación de los alumnos con los encargados de ejercer el cuidado y preservarlos; la relación de los padres y la Institución académica; la difícil relación entre pares; y por último, y tal vez la más complicada de resolver, la relación de cada adolescente con su propia imagen en la búsqueda de una identida(2). El texto de Beccar no busca culpables, sino responsables que podrían extenderse en el tiempo y el espacio. De esta manera, utilizando el teatro como herramienta pedagógica, interpela al espectador joven que siente empatía con unos personajes y un mundo descripto que lo involucra. La puesta logra llegar al público con una estética despojada y el punto de vista de la propuesta escénica pasa por el desencuentro que los adolescentes sufren en un proceso de incomunicación, miedo y sumisión, trágicamente recogida de la vida cotidiana en los colegios secundarios. Buscando el efecto de empatía narra la historia de Andrea, para sus pares y para que los adultos descubran en el espejo de la representación las dificultades que tienen en el momento de entender un universo adolescente tan complejo como cambiante, desde una mirada estructurada, arbitraria que no los integra. Los distintos personajes pueden identificarse por la diferencia de su postura corporal y sus movimientos. El cuerpo de la actriz que interpreta Andrea, asume una postura que denota miedo. Su cuerpo esta tenso, los hombros subidos, la cabeza hundida entre ellos. Sus movimientos son torpes y carentes de energía. En cambio, las actrices que interpretan a las compañeras hostigadoras (esto se aprecia sobre todo en la lider, Belén) sacan pecho y mantienen el mentón en alto con actitud desafiante. Sus movimientos son enérgicos y con dirección precisa. Las actrices que tienen a cargo los roles más compasivos oscilan entre una y otra actitud asumiendo la postura corporal de Andrea cuando son amenazadas.
 
En Oruga, el adolescente como a veces pasa en el plano real, es visualizado y escuchado desde la perspectiva de la necesidad del adulto. La obra pone en escena de manera eficaz la violencia perversa tan característica de nuestros tiempos que se da no solo en los colegios secundarios. Ciertas personalidades debido a sus carencias afectivas son incapaces de sentir empatía con el otro. Sienten un gran vacío interior, están disconformes con la vida. No hay nada que los llene. Para vivir necesitan encontrar una víctima a la cual destruir. La víctima es elegida por su debilidad y por poseer ciertas cualidades morales que no tiene y, por eso, envidia el perverso: sensibilidad, creatividad, algún talento en un área o simplemente la capacidad de la víctima para disfrutar de la vida. Estas personalidades perversas, por medio de sutiles agresiones verbales, miradas, tonos de voz, comentarios hirientes buscan destruir la confianza y el amor propio de la víctima hasta que ésta se cree que no vale nada y que depende para subsistir de la compañía del perverso (cuando en realidad es éste quien depende de la víctima para subsistir, por eso la odia). No utilizan la violencia física salvo en situaciones extremas cuando sienten que pierden el control sobre su presa. Una vez instituida la relación perversa, a la víctima le es muy difícil salir; no sólo porque si se rebela puede sufrir agresiones físicas graves; sino porque la habilidad del perverso hace que  la víctima aparezca ante los demás como la única culpable y hasta merecedora de la  agresión. Para desarticular este círculo de violencia en el que se encuentra atrapada la víctima es necesaria la intervención de alguien del exterior que capte el sufrimiento que se le inflige.
La protagonista de la obra, Andrea, es una chica sensible, respetuosa, inteligente, que saca buenas notas. Además es alegre, curiosa, amante de la naturaleza y atenta con los demás. Cualidades que envidian sus compañeras de colegio porque no las poseen. Como ellas no pueden reconocer sus propias carencias, Andrea es la diferente, la rara a la que hay que eliminar. Andrea no puede defenderse pues no entiende porque a ella. Sus compañeras no tienen ningún motivo real para agredirla. Cuando Andrea pregunta le responden con evasivas o con más insultos. Para impedir que tome conciencia de que es objeto de una violencia sinrazón la aíslan al mismo tiempo que amenazan a otras compañeras para que no se le acerquen. Andrea no puede recurrir a sus padres pues ellos están muy preocupados en pelearse entre ellos. Los mismos directivos del colegio caen en la trampa perversa: culpan a Andrea alegando que su forma de ser provoca la violencia en sus compañeras y toman la decisión de echarla. Se revela así que la institución misma carece de los valores morales que representa Andrea. Este tipo de violencia sistemática e insidiosa termina por anular a la persona que la padece sumiéndola en una depresión que puede llevarla al suicidio como es el caso de Andrea. Los arrepentimientos llegan demasiado tarde para los personajes de la obra. Sin embargo, los perversos, por lo general, no sienten ningún remordimiento. Es necesario tener en cuenta que las compañeras de Andrea (así como cualquier adolescente) tienen conductas perversas pero no son personalidades perversas. Sin embargo, la intervención sensata y a tiempo de un adulto es imprescindible en casos de violencia de estas características para evitar que llegue demasiado lejos. Estas no son “cosas de chicos” que ellos puedan resolver solos.

Ficha técnica: Oruga, (Bullying) de Alejo Beccar. Director: Alejo Beccar. Elenco: Jana Vidal, Jorge Gregorio, Laura Rodríguez Cano, María Florencia Vispo, Agustina Rodríguez, Melina López, Carla Bilancieri, Giuliana Regazzoni, Johanna R. Figuerola, Fabiana Di Tata, Antonella Bosio, Florencia Tenaglia. Diseño de luces: Ricardo Sica. 

Bibliografía:
Fingueret, Manuela (compiladora), 1993. Jóvenes en los ’90. Buenos Aires: Editorial Almagesto.
Irigoyen;Marie-France El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana. Paidos.

(1) Patios del Recreo, es un proyecto interdisciplinario (dramaturgia, dirección, puesta en escena, fotografía, multimedia) que trata sobre los Patios del Recreo de las escuelas secundarias, abordando la temática adolescente a partir de trabajos previos de investigación de campo en las escuelas de nivel medio de los distintos países de Iberoamérica. El proyecto tiene diferentes etapas: concurso de dramaturgia, taller de dirección, puestas en escena, Festival Internacional, exhibición plástica, encuentro de jóvenes. Este proyecto es una iniciativa de ATINA con la participación de los Centros ASSITEJ Iberoamericanos en colaboración con el proyecto europeo “Platform 11+.
(2) Como dice Cecilia Sinay Millonschik en “Reconocerse como proyecto”: “Un joven, como cualquier otra persona, no puede – a mi juicio- ser pensado si no es en un contexto en el cual él es alguien en función de. Quiero decir que ninguno de nosotros es, aisladamente, lo mismo que es en esta estructura., en esta trama ecológico – antropológico- social en que vivimos y que está construida por otra cosa que la suma de los individuos que la componen. Y, a la vez, nos constituye en otra cosa que las individualidades que somos” (Jóvenes en los ’90, 1993, 131/132

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