sábado, 14 de agosto de 2010

La terrible opresión de los gestos magnánimos (1995/2010) de Daniel Veronese

No es bueno que el hombre esté solo, o el precio de un lugar en la vida
  
Azucena Ester Joffe y María de los Ángeles Sanz


El teatro de Daniel Veronese está construido no sólo con la materialidad de la palabra sino en la relación de las personas con los objetos que las representan. La primera aparece fragmentada, sesgada por silencios que guardan secretos inconfesables, o deseos imposibles, que deben ser ocultados, ocluidos para el otro. La segunda, la relación con los objetos hacen que su dramaturgia se imponga desde un lugar diferente, una “poética de lo obsceno” donde las relaciones siempre están asediadas por la amenaza latente de lo que está enterrado en un pasado que se intenta olvidar, pasado aterrador que amenaza el orden instituido del presente, presente ordenado sobre el débil suelo de un pasado latente (1). La puesta dirigida por Florencia Suárez Bignoli, propone volver al teatro a la italiana y desde allí permitir al espectador asistir como un voyeur a la intriga que relata el conflicto de una familia singular, donde un cuarto personaje desestabiliza las relaciones presentes con su recuerdo. La madre de Aurora está muerta, pero el relato de esa muerte es una verdad perdida entre el juego de la memoria y la vida cotidiana. Cuando el espectador accede a la sala el personaje de la hija en un canto reiterado va conformando la atmósfera opresiva que la textualidad requiere. El triángulo formado por Paulina (la mujer, Maite Velo), Beltrán (el padre, Jorge Laplace) y Aurora, (la hija, Gaby Julis) integrantes de una familia en vías de consolidación, desarrollan desde un principio una narración sobre sí mismos y los otros a partir de la perspectiva de una fotografía sobre “un pichón de paloma muerto a disparos”. También, es el personaje de Aurora quien va presentando las diferentes escenas: “Tiros, “Recuerdos”, “Animalito blanco”,…; referencias tanto al espacio privado, al espacio ficcional asfixiante, como al espacio virtual que produce una cierta agorafobia -en el sentido de temor al espacio abierto- en el padre. La escenografía da cuenta de las dos caras de la misma moneda, y el vestuario de colores estridentes junto con los sonidos de la extraescena va contaminando el espacio interno, encerrando a los personajes a pesar del esfuerzo de Paulina –que ha llegado del mundo exterior-. Se integran así todos los sistemas significantes no para ilustrar el texto dramático, sino para saturarlo, rodearlo, dándole múltiples sentidos. La puesta conforma entonces una síntesis armónica entre actores y dirección, donde la multiplicidad semántica se expande a partir de las actuaciones exactas en su precisión, consistentes en el armado de los personajes y que a la vez fluyen en ese mundo otro con la naturaleza del absurdo cotidiano, permitiendo al espectador sellar un pacto de extraña verosimilitud. 

Ficha técnica: La terrible opresión de los gestos magnánimos, de Daniel Veronese. Elenco: Gaby Julis, Jorge Laplace, Maite Velo. Dirección Florencia Suárez Bignoli. Teatro: Andamio 90.

Bibliografía:
Veronese, Daniel, 1997. Cuerpo de prueba. Buenos Aires: Libros del Rojas.

Notas
(1) El autor afirma: “Hago teatro para hacer visible lo que culturalmente de ninguna forma y bajo ningún pretexto puede serlo. Y es gracioso, el resultado tiene algo de revolución lo que se verá será doblemente visible ya que ese hecho se alumbra por sobre el resto de lo escenificado, sólo por estar en el lugar inadecuado. Esa es mi cuestión, la que con más interés me mueve a realizar escritura en teatro. Teatro de lo obsceno”. (Dubatti, 1997, 15, prólogo a Cuerpo de prueba)

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