sábado, 14 de agosto de 2010

Perturbados entre lilas (1969/ 2009) de Alejandra Pizarnik

Sólo las palabras hubieran podido salvarme, pero estoy demasiado viviente. No; no quiero cantar muerte. Mi muerte... el lobo gris... la matadora que viene de la lejanía... ¿No hay un alma viva en esta ciudad? Porque ustedes están muertos. ¿Y qué esperanza nos queda si están todos muertos? ¿Y cuándo vendrá lo que esperamos? ¿Cuándo dejaremos de huir? ¿Cuándo ocurrirá todo esto? 
(Pizarnik, Poseídos entre lilas, 1969)

Azucena Ester Joffe, María de los Ángeles Sanz


Alejandra Pizarnik escribe Poseídos entre lilas entre julio y agosto de 1969, cuando deja las formas que había desarrollado en sus trabajos y comienza a incursionar en la prosa poética y el teatro. El espacio ofrecido en la sala de La Ranchería a la propuesta dirigida por Leonel Figliolo(1), envuelve al espectador desde su ingreso, en la atmósfera, extraña, sugerente y asfixiante del mundo onírico que desarrollara la poetisa. La escenografía y el juego de luces acentúa el clima irreal y atemporal de lo allí narrado a través de personajes que son todos y uno mismo, el producto de la imaginación de un alma que vive en el “border” impreciso entre la realidad y la ficción de su propia voz, en el juego magistral de las palabras. Si para Borges el paraíso era una biblioteca, para la autora de los versos más complejos y simples a la vez, más dolorosos; el mundo de las letras es a la vez su paraíso y su infierno. Aquél que ella construye con los despojos de una realidad que no alcanza para darle sentido a la vida. El mundo como un tiovivo impreciso gira, como en círculos espacio – temporales giran los personajes sobre los triciclos que son a la vez compañía y amenaza. En el centro, quieta, inmóvil, sentada sobre un vehículo que no se mueve, Segismunda, Rosalía Menna, prisionera de sí misma, domina el escenario de la vida y de la muerte. No es casual que el personaje se llame así, su nombre remite a aquél del famoso monólogo, en la pluma de Calderón de La vida es sueño, sueño barroco que deja a su héroe preso de un destino marcado y que luego libera para dejar que sea él quien teja por fin la red de sus acciones. El Segismundo del vate español, no acierta a saber cuando despierta en palacio donde está la realidad y donde el sueño, que momento de lo soñado es real, confundido por la pócima que recibe de aquellos que juegan con él como con una marioneta de carne. La Segismunda de Perturbados entre lilas, nunca sale del estado de ensoñación porque las ventanas que le permiten ver hacia fuera son también el límite de su mirada. Los actores, Celeste Penna (Carl), Cecilia Tognola (Futerina) y Esteban Bresolín (Macho), llevan adelante un texto de difícil comprensión para el espectador pero por momentos de gran belleza plástica. Su gestualidad, el registro de sus voces, la ambigüedad de su sexualidad, la expresión de sus miedos, sus deseos, y sus odios, tienen la expresión exacta. El juego con la tela semi transparente que cambiará de función de acuerdo a la intriga, los objetos: muñecas, diademas, ganchos de arrastre; nada está puesto sin que cargue con un doble significado, como en toda metáfora, uno literal y otro que remite al sentido. Es importante la utilización del lienzo como un elemento que en sí mismo genera sentido, porque hay una relación dialéctica entre el cuerpo del actor, la iluminación y este material. No es azaroso que la obra se inicia y finaliza con la misma escena. Un sutil envoltorio –como una barrera placentaria- atravesado por la tenue iluminación mientras el resto del escenario queda en penumbras. ¿Cuál es el valor de este signo? Signo que modifica al personaje, que pone un límite y cierra un espacio; a su vez, deja atrapado al espectador –por el proceso de semiotización- en una experiencia claustrofóbica e intensa. El vestuario construye en el collage de texturas, el deterioro y la dualidad de los personajes. La textualidad de Alejandra Pizarnik estaba cargada de monstruos y fantasmas que atormentaban su alma, hasta seducirla a la muerte; la puesta logra recrear ese sentimiento de orfandad de mundo y de necesidad de construir otro, diferente, aunque tan cruel, despojado, y siniestro como el de la vida real. El amor inalcanzable, porque no se puede acudir hacia él, detenida por un cuerpo sin movimiento, el odio por la falta y la diferencia de ser otra y muchas y ninguna como los demás esperan, la soledad, el deterioro del cuerpo, la fealdad, giran como en esa calesita imaginaria alrededor de un sujeto quieto en su dolor, incapaz de otro sonido y otro gesto que no sea el de la voz, el de la palabra. Pertubados entre lilas, es una puesta que apela a la irracionalidad del expresionismo(1a) y el surrealismo(2) de la escritura de la Pizarnik, difícil pero bello, como esos cuadros que nos atraen aunque nos aterren. 


Ficha Técnica: Perturbados entre lilas de Alejandra Pizarnik. Dirección: Leonel Figliolo. Elenco: Rosalía Menna, Celeste Penna, Cecilia Tognola, Esteban Bresolín /Jorge Barreiro. Escenografía: Valeria Fieschi. Diseño de vestuario: Natalia Dente y María Chevalier. Dirección de iluminación: Hugo Ariel Varela.

1 Leonel Figliolo es actor y director teatral. Cursó estudios de Actuación con Lorenzo Quinteros, Julio Chavez, Gonzalo Urtizberea, Gonzalo Crespo, Daniel Ferrer y Guillermo Aragonés. Seminarios con Ricardo Bartis, Eliseo Rey, Roberto Vega y Maria de la Paz Gutiérrez. Actúo en “El Resucitado” de Emile Zolá junto a Lorenzo Quinteros y Daniel Zaballa con dirección de Roberto Villanueva. También en “Tres mañanas” de Mario Cura, “Yerba mala nunca muere” y “Es mi vida” de Néstor “Cacho” Cornaglia,“La oreja” y “El Slogan” de Marcos Martinez, y “La isla de los pájaros”de R.Tagore. En cine actuó en el cortometraje “Hay unos tipos abajo” de Pablo Olmedo,y en un Mediometraje de Eliseo Rey. Actualmente se desempeña como docente de Teatro y gestor cultural de la Fundación del Centro Cultural LyF. Martinez. Prov. de Bs. As.
1a El expresionismo de la puesta se ve en el trabajo con los contrastes entre luces y sombras, y el uso de un humor negro, cínico, perverso que pone en carne viva los sentimientos de los personajes, que son almas, casi seres incorpóreos que se mueven en su pura inmaterialidad. En la expresión desgarrada al borde del grito del personaje de Segismunda, y en los matices de amor – odio de Carl, Futerina y Macho.
2 Como en el juego de Segismunda en la obra, podemos aportar definiciones de diccionario a la palabra ‘surrealismo’ o supernaturalismo como también se llamó al movimiento. La primera proviene de su calidad de sustantivo masculino: “Automatismo psíquico puro mediante el cual se propone uno expresar, verbalmente, por escrito o por cualquier otro medio, el funcionamiento real del pensamiento. Dictado del pensamiento, sin control alguno ejercido por la razón, al margen de cualquier estética o moral”. La segunda de una Enciclopedia de filosofía, dice así: “El surrealismo se apoya en la creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociación no tenidas antes en cuenta, en la omnipotencia del sueño, en el juego desinteresado del pensamiento. Tiende a invalidar definitivamente todos los otros mecanismos psíquicos y a suplantarlos en la solución de los principales problemas de la vida (…)” Por último la que aparece en el primer número de Medium – Communication surrèaliste en noviembre de 1953: “El surrealismo es el encuentro del aspecto temporal del mundo y de los valores eternos: el amor, la libertad, la poesía” La poesía de Alejandra Pizarnik se mueve entre estas definiciones pero se concreta en la última, la textualidad de la puesta de Figliolo, también.

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