sábado, 14 de agosto de 2010

El tiempo y los Conway (2009) de J. B. Priestley

Una mirada sobre nosotros que se detiene

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 por María de los Ángeles Sanz y Azucena Ester Joffe

Una familia inglesa inmersa en los finales de la Primera Guerra Mundial, la inocencia, la ambición y la trivialidad de pretender dejar atrás y para siempre una situación dolorosa, negando y construyendo un mundo de juegos y simulacros, que abarcan no sólo una fiesta de cumpleaños, el de Kay, sino la vida misma de sus protagonistas, donde todos esconden deseos y se dejan atrapar por los mandatos sociales. J. B. Priestley hace transcurrir la vida de sus personajes en esa franja de tiempo que fue desde el final de una guerra y el comienzo de otra, donde los dorados veinte le dieron la ilusión al mundo de un bienestar que nunca acabaría, y los treinta les trajeron el avance militar nazi-fascista y una decadencia económica que se desencadenaría en la caída de La Bolsa en 1929, y la crisis mundial del treinta. Ese cambio personal, atravesado por el cambio social es el que aparece develado cuando comienza el segundo acto, y en la puesta está producido a partir de un apagón acompañado por música que le permite al director Mariano Dossena, la elipsis necesaria para que los personajes se muestren veinte años después en una dolorosa decadencia. A modo del flash-forward cinematográfico, recurso perfectamente utilizado, la cronología de la historia se interrumpe evocando ese momento futuro. La temporalidad está marcada a partir del vestuario y de una postura corporal que va señalando el peso de un destino que no se muestra todo lo brillante que había sido soñado. De una juvenil Kay (Mariela Rojzman), que celebra su entrada a la madurez y sueña con ser una maravillosa escritora, el tiempo ha hecho devenir una mujer adusta, triste, que ve frustrados sus sueños como mujer y como profesional. Así mismo el resto de los personajes trabajan desde la postura de sus cuerpos los cambios sufridos en su personalidad, el exterior señala la caída de un interior que se desmorona. Salvo la madre (Mecha Uriburu), que mantiene una energía que no desfallece y que vuelve aparecer en todo su vigor en el tercer acto, cuando el autor se permite atravesar la historia cronológica y retorna a ese día feliz en que todo era venturoso. Los huecos de la narración aparecen entonces, y los desacuerdos comienzan a entenderse cuando lo que trascurre son los entretelones de esa noche, germen de futuros rencores. Si el vestuario y la escenografía adquieren suma importancia en una puesta en escena realista, en El tiempo y los conway ambos dispositivos son totalmente productivos para crear este mundo ficcional y producir el “efecto de realidad” necesario, hasta el más simple detalle está en relación con el texto dramático, logrando la armonización del todo teatral. Mucho se ha hablado de la trilogía que el dramaturgo había realizado tematizando el tema del tiempo, junto con una Esquina peligrosa, y Yo estuve aquí una vez, sin embargo, en esta puesta de Dossena el tema está tratado desde la literalidad del enunciado textual, sin profundizar en sus consecuencias, mientras el punto de vista pasa por la problemática de una familia burguesa, que como tantas no atina a dar respuesta al acontecer histórico, y sufre la consecuencias de una mirada miope sobre la realidad. El tema del dinero, la importancia social, el decir de los demás sobre los propios actos, empañan la vida y destruyen los mejores proyectos. Los Conway son un clan, manipulados por la cabeza de familia, que admite de mala gana a Los Otros, los que no pertenecen pero son necesarios para mantener las apariencias. 

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Ficha Técnica: El tiempo y los Conway. Puesta en escena y Dirección: Mariano Dossena. Asistente de Dirección: Paula Galván. Elenco: Mecha Uriburu, Luis Gritti, Mariela Verdinelli, Gabriel Kipen, Victoria Arderius, Mariela Rojzman, Margarita Lorenzo, Diana Kamen, León Bara, Hernán Bergstein. Realización escenográfica: Lucio Tirao. Diseño de escenografía: Nicolás Nanni. Diseño de vestuario: Julieta Fernández Di Meo, Nicolás Nanni. Realización de vestuario: Celia Kohan. Maquillaje y Peinados: Nicolás Nanni. Música original: Diego Lozano. Diseño de iluminación: Pedro Zambrelli. Sala: Raúl González Muñón, Centro Cultural de la Cooperación.

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